Publicado en Wadi As en su edición del 4 de junio de 2010
Ha vuelto a la selva. La rebautizada como ‘la mujer salvaje’ de Camboya, aquella que apareció hace tres años desnuda y sin poder hablar en una zona cercana a la selva del noroeste de este país, ha regresado, al parecer, al lugar de donde fue ‘rescatada’ por un hombre que afirmó ser su padre. Éste es quien más insiste en la idea de que se ha ido a donde estuvo durante muchos años, aunque hay quien da otras explicaciones posibles a su desaparición, como que la hayan podido matar. ‘Está en la selva’, repite su presunto padre a modo de mantra. Él prefiere pensar que no ha sido asesinada, pero, claro, de esta historia en la que se duda hasta del parentesco entre esta mujer y este hombre, se puede esperar cualquier desenlace. Y es que, según la rumorología local, no es seguro que la ‘mujer salvaje’ sea hija de este señor que ahora denuncia su ausencia, o si acaso éste la tomó por sangre de su sangre, bien por la fama suscitada en torno a esta historia, bien por ocupar el hueco que dejó su hija perdida en la selva mientras él cuidaba de sus búfalos. Por no saberse, se duda incluso del periodo de estancia de esta mujer en la jungla. Algunos señalan que se trata de una persona que se perdió en la selva no hace mucho, pero cuyos problemas psicológicos impiden determinar con exactitud el tiempo de convivencia en el hábitat salvaje. Sea lo que fuere que ha pasado, si ha captado mi interés es por el hecho principal del que se informa, y es que todo apunta a que la ‘mujer salvaje’ quiere seguir siéndolo. Vuelve al lugar que determinó su forma de vida. Las historias de los ‘niños de la selva’ siempre me han llamado la atención porque, una vez que son recuperados para la civilización, empiezan a generar un sentimiento de frustración irrefrenable, insoportable. No logran adaptarse al nuevo entorno. Ni aun rodeados de mínimas comodidades como pueda ser estar refugiados de los elementos, protegidos de los animales salvajes y con un suministro accesible de alimentos, estos ‘hijos de la selva’ logran salir del shock que les provoca desenvolverse lejos del lugar que les forjó tal y como son. Pero, ¿por qué? Pregunta compleja para responder en pocas palabras… pero sí que hay algo que parece evidente, y es que nos cuesta mucho, muchísimo deshacer el ‘callo emocional’ de experiencias intensas vividas. Estos niños, que pierden hasta la capacidad de hablar, que aprenden a escalar por los árboles como monos, a devorar animalejos despedazándolos a bocados, que incluso desarrollan una visión nocturna inasible para nuestros ojos urbanitas, están marcados de por vida. ¿Cómo cambiar sus maneras de percepción de la realidad? ¿Cómo superar nuestras vivencias de ruptura, de pérdida, de dolor? La ‘mujer de la selva’ no ha podido con su nueva vieja vida. A la espera de quien resuelva este laberinto mental, ella, supongo, aguardará en la selva que la vio crecer.
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