Cuando uno está a dos grados bajo cero y bajo una nevada suave pero continua, después de cinco minutos sin guantes en las manos puede comprobar cómo la piel se ha vuelto áspera y agrietada y cuesta sobremanera articular movimiento alguno con los dedos. Pero la molestia no es sólo superficial. Las manos pican por dentro. Sale un picor desde dentro, como si en vez de sangre por nuestras venas corrieran mil alfileres. Dudo mucho que esta sensación que tengo hoy, 17 de diciembre de 2010 mientras espero el tren en la estación de Grunewald (Berlín), sea muy diferente a la percepción térmica obtenida por quienes este mismo día pero del año 1942, también esperaban un tren unos andenes más para allá, en concreto en el andén 17. El frío es frío, y punto.
No obstante, de aquellos viajeros me separan, además de los años transcurridos, un abismo de miedo, martirio y muerte que espero nunca padecer. Pues aquellos que aguardaban la llegada del tren en el andén 17 de la estación de Grunewald el día 17 del mes de diciembre de 1942 (y otros muchos más días de éste y otros años cercanos a éste) no lo hacían por voluntad propia, sino por orden de los nazis, y su destino no era otro que los campos de concentración.
Probablemente el frío y la nieve acentúen el duelo que se siente al visitar este andén fantasma, conservado en memoria de tantas y tantas personas que tomaron aquí un tren hacia el terror. La sucesión de fechas y destinos de los convoyes que partieron en esas fechas, descansan junto a las viejas vías a modo de lápidas para el recuerdo.
El tren que, tal día como hoy pero de 1942, salió desde el andén 17 cargado con 100 judíos tenía como destino el campo de concentración de Theresienstadt que, según acabo de leer, fue instalado por los nazis en esta ciudad, que hoy lleva el nombre de Terezin y está situada en Chequia a unos 60 kilómetros de Praga. El cantautor Silvio Rodríguez tiene una canción titulada “Terezin” precisamente en homenaje a las víctimas del campo de concentración. Con ella remato este post que dedico a tantas y tantas personas inocentes humilladas y masacradas, ayer y hoy, en nombre del poder y la codicia. No more. No.
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